Próximos IniciosMarzo 2025
Santa Rosa 1793 B° Alberdi
5003 - Ciudad de Córdoba
21/08/2024 Área Jurídica
Antes de embarcarnos en el desafío de prepararnos para las exigencias del mundo profesional, debemos detenernos el tiempo necesario para detectar cuál es el perfil que la sociedad espera de quien se encuentra habilitado para asistir y asesorar en el mercado de bienes raíces.
Los cambios rutilantes y vertiginosos que han llegado de la mano de la tecnología y a través suyo, en la forma de comunicación e indagación de información, nos hace ir en búsqueda de las respuestas adecuadas para describir la realidad que circunda a nuestra profesión.
Está claro que ningún rol o papel que desempeñemos puede ubicarse de espalda al contexto actual, ni mucho menos ser refractario ni fugitivo de los nuevos estandartes y paradigmas que informan la labor profesional.
Quien ejerce el corretaje inmobiliario por nuestros días con seguridad debe mostrar destrezas y habilidades cognitivas que tiempo atrás nadie demandaba.
La actuación en este campo de la economía es desafiante, dinámica, versátil, exigiendo a cada profesional que acredite competencias conceptuales, prácticas y tecnológicas.
La combinación de saberes es, quizás, lo que caracteriza al quehacer profesional por nuestros días, que también involucra un indispensable apego por la cooperación y colaboración a los fines de poder perfeccionar el asesoramiento profesional.
Al brindar su visión sobre el perfil actual del/la asesor/a en el sector inmobiliario, Gonzalo Faccas (2023) señaló que debe ser alguien que debe estar muy bien formado en todos los aspectos técnicos, impositivos y legales de su mercado para poder responder a cualquier duda que se le presente y así despejarlas para que las partes puedan tomar decisiones.
Y que éstas, vale aclarar, sean las adecuadas y correctas en virtud de los intereses en juego y los valores económicos de la transacción.
Hablamos, entonces, de servicio. De un servicio profesional que, con prescindencia del área de que se trate, nos exige una debida diligencia y una elevada dosis de transparencia, acompañadas -claro está- con la cuota de responsabilidad por las consecuencias que se deriven de nuestros actos.
Cuanto más virtuoso sea el asesoramiento, por las exigencias propias de la labor profesional, se incrementará en la misma proporción la responsabilidad.
UNA NUEVA FISONOMÍA
Tokenización de activos, contratos inmobiliarios inteligentes, diversificación de inversiones, geolocalización de productos, inteligencia artificial incorporada a los procesos de comercialización, desarrollos inclusivos y sustentables, van dando nueva fisonomía a los negocios inmobiliarios, que se traduce en mayores desafíos y retos para quienes intervienen profesionalmente en el sector.
A las destrezas propias de la gestión inmobiliaria (que detectamos en la currícula de nuestra carrera a lo largo de cada una de las materias que forman el trayecto de formación específica), debemos agregarle habilidades para conocer e interpretar un mercado en constante ebullición.
La presencia de múltiples protagonistas como así también la variabilidad en cuanto a los formatos de construcción y comercialización, nos interpelan a abandonar los círculos de confort en el que muchas veces nos encontramos, como resultado de una rutina costumbrista abrazada a un sentido de seguridad en lo que hacemos.
La salida de esa zona no resulta sencilla, pero hoy más que nunca debemos hacerlo si pretendemos intervenir en esta parcela de los negocios como profesionales de la gestión inmobiliaria.
Como anticipaba en líneas superiores, la transparencia en el despliegue del asesoramiento ý la buena gobernanza en la administración de los negocios, son conductores de un estándar de comportamiento que se acerca a lo que nuestra legislación exige a cada profesional: que actúe con fidelidad a los principios y postulados de la ciencia y a la vez, que lo haga con la lealtad requerida para honrar la confianza que las personas depositan en nosotros.
Las reglas del Código Civil y Comercial, como así también las que se encuentran contenidas en la ley de defensa del consumidor e incluso, en los códigos deontológicos, van marcando también nuestro rumbo, formando un profesional que no solo predique valores sino que también comulgue con la norma jurídica.
Ser profesional implica exigencias y responsabilidades que escalan de manera proporcional a los deberes impuestos.
Seamos, pues, dignas y dignos en el asesoramiento en materia de inmuebles, ya que es el único camino para construir y defender con espadas nobles a la profesión que han elegido.